Por Marcelo Nieto
El artesano, minucioso, hace un arco semejante al que
durante cientos de años sus ancestros fabricaron para caza. En él se sintetiza
la raza, trae al presente la técnica y el arte de los mayores. La artesanía –como
lengua-, hace que la cultura toba no muera.
Oscar Barreto tiene 55 años, es toba, es artesano, vive en
la casa 95 del Pasaje Guatnolek del Barrio Toba. También de mozo, fue
golondrina de cosechas en Villa Ángela, Gato Colorado, Sáenz Peña; también fue
ladrillero, hoy es empleado municipal. Pero por las tarde va al cruce de Alvear
y ruta 11 a vender sus productos.
![]() | |||
| Guadalupe Miles (fotógrafa) Imagen ilustrativa. |
Desde el ’72 que Oscar vive en el Barrio Toba y ya su abuelo
José tenía una ladrillería en la zona. “Somos de las primeras familias que
estuvimos en este barrio, antes que se construyan las cases. Por acá –señalando
la calle peatonal- pasaba el tren que de la estación francesa iba hasta Sáenz
Peña”, recuerda.
-¿Habla toba?
-Hablo toba que me enseñó mi abuelo y le enseño a mis nietos
porque es lindo enseñar el idioma, que es lo que uno tiene. Y es una lástima
que se va perdiendo casi todo, por asuntos de la política. Ahora por lo menos,
tenemos escuelas bilingües.
-¿Y de los antiguos dioses?
-Ahora vino el Evangelio y se han ido los antiguos dioses.
El abuelo nos contaba historias, de cuando adoraban al cielo, que a veces los
meteoritos son espíritus. Yo miro el cielo y veo que pasan los satélites…
El arco y la flecha
Barreto muestra dos arcos listos para la venta. Tiene un
valor de $10 por unidad. Grandes y livianos, espléndidos con sus dibujos y
detalles de pluma y cuero sobre la madera blanca.
“Es madera de curupí, que es flexible, es una madera ideal
para hacer el arco; también se usa tala o guayabí. La madera la consigo cerca
de las lagunas”, cuenta.
-¿Algún secreto de la madera?
-Que no se la trabaje en luna nueva porque aparecen unos
bichitos de la madera que se la comen toda.
-Pensar que los indios cazaban con arcos así…
-Mi abuelo cazaba en los riachos. En la gran inundación del ’66
apareció un dorado grande, como de 20 kilos y le apuntó con la flecha y le dio
y el pez seguía nadando y se veía la flecha clavada, así que se sacó toda la
ropa y se tiró al agua y le alcanzó.
Aclara que las pinturas del arco no tienen significado
particular sino que son adornos y se utiliza tinta para cuero. “Antes, se
usaban tintas vegetales. Todas las maderas tienen un color: el algarrobo
rojo-marrón; el guayacán, negro intenso. La forma era agarrar un trozo de palo,
ahuecar, cargar de agua el hueco y dejar tres o cuatro meses hasta que el agua
se tiña”. También hay detalles de cuero de chivo en la flecha. El hilo tensado
es nylon, pero “antes se usaba tiento de cuero de vaca aunque el mejor es el
tiento hecho de venado; ese sí que no se rompe nunca…”.
Las flechas están hechas de tala (“son las mejores”).
El antiguo equipo de caza se completaba como un bolso de
fibra, “grande y cuya trama cede; allí entraba cualquier cantidad de carne”.
El barro de la creación
“Lo único que no hago es tejer fibra, cestería”, dice
Barreto que también es experto con el barro. Máscaras, ceniceros, jarrones,
animales salen de sus manos. “Desde chico me dediqué a la artesanía y con artesanía
mantuve a mi familia, cuando me casé”.
El barro tiene su proceso. Se lo junta de la costa del río o
la laguna; hay distintas calidades de barro: amarillo, rojo, blanco. El barro
es mesclado con aserrín. “Nos viene a la cabeza la idea de las formas, aparecen
solitas”, cuenta.
Una vez adquirida la forma, la máscara –por caso- se deja
orear por dos días para luego entrar al horno unas 30 horas”.
De mañana, Barreto trabaja en Paseos y Jardines, todas las
tardes en bicicleta se va “al cruce”, con sus artesanías. “Somos casi 60
artesanos en esa parada. Pedimos a la intendenta que sea gentil en ponernos un
techo y estantería para exhibir las piezas. Lo que había, se han robado…”.
-¿Se vende?
-Pasan muchos autos, pasan turistas, siempre para algún
auto.
-¿Es feliz haciendo artesanías?
-Los abuelos decían que es el trabajo más sano. Eso decían,
y es verdad.
![]() |
| Tapa del libro La isla de los muertos vivos de Marcelo Nieto. |
Del libro La isla de los muertos vivos.
Colección crónicas periodísticas.
Resistencia. Instituto de Cultura de la Provincia del Chaco, 2010.
Todas las veces que hago el viaje Corrientes-Quitilipi, el
colectivo –por razones que desconozco- se detiene unos minutos (vaaaarios) en
la intersección de ruta 11 y Avenida Alvear en Resistencia. Todas esas veces un
hombre aborigen llamaba mi atención, siempre el mismo hombre ofreciendo
artesanías. La sorpresa es grande al encontrar que en La isla de los muertos vivos,
Marcelo Nieto se encargó de brindarle un lugar, para que el hombre no
muera en los recuerdos de viajes, para que la cultura toba no muera.
Entonces puedo asegurar, que con 40° o llovizna persistente,
el qom es perseverante en su oferta de cultura.


No hay comentarios.:
Publicar un comentario